Hace muchos muchos años, en un país muy lejano y triste existió una enorme montaña de piedra negra y áspera. Al caer la tarde en la cima de esa montaña, florecía todas las noches una rosa que otorgaba la inmortalidad, sin embargo nadie se atrevía acercarse a ella, pues sus numerosas espinas estaban envenenadas. Entre los hombres solo se hablaba del miedo a la muerte y al dolor, pero nunca de la promesa de la inmortalidad. Todas las tardes la rosa se marchitaba sin poder otorgar sus dones a persona alguna, olvidada y perdida en la cima de la montaña de piedra fría, sola hasta el fin de los tiempos.
Y se dice que la princesa descendió al reino de su padre y que ahí reinó con justicia y bondad por muchos siglos, que fue amada por sus súbditos y que dejó detrás de sí pequeñas huellas de su paso por el mundo, visibles sólo para aquel que sepa donde mirar...
(in: El laberinto del fauno/Guillermo del Toro)
(in: El laberinto del fauno/Guillermo del Toro)